domingo, 24 de agosto de 2014

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Diario El Popular - Olavarría

El rol de un millar de profesionales de la salud durante el terrorismo de Estado
El sindicato de médicos de la Provincia votó repudiar la figura de Julio Sacher

La asociación sindical de médicos votó ayer por la tarde repudiar la figura del ginecólogo Julio Sacher, investigado por la certificación apócrifa del nacimiento de Ignacio Guido. La ciencia de la salud al debate. Médicos con memoria y "la mística de la profesión". El Código de Etica del Colegio Médico plantea una sanción máxima, en caso de condena, de seis meses de suspensión de matrícula.



Ayer por la tarde sesionó la reunión de Cicop en la que se resolvió denunciar públicamente a Julio Sacher.

Claudia Rafael
crafael@elpopular.com.ar

Tras varias horas de sesión, la Asociación Sindical de Profesionales de la Salud de la provincia (Cicop) de Buenos Aires votó ayer -junto a otra serie de medidas- repudiar la continuidad de Julio Sacher como médico y producir para mañana un comunicado que será distribuido entre todas las instituciones profesionales. Pero en medio de un ríspido debate, se definió que no enviarán un planteo formal al Colegio Médico pidiendo que le retiren la matrícula por considerarlo un "ámbito corporativo por excelencia". Así lo planteó en exclusiva a este diario la dirigente Marité Sosa, médica del distrito Avellaneda - Lanús.

En rigurosa reserva de identidad, un médico local planteó a EL POPULAR que "estamos bastante atados de manos. Porque si quitamos la matrícula a un médico que no tenga condena firme por parte de la Justicia, corremos el riesgo de que nos enjuicien por coartar la libertad laboral".

El Colegio Médico Distrito VIII, al que pertenece Olavarría, no abordó aún el tema. De todos modos, extraoficialmente se pudo conocer que la máxima medida que podría aplicarse según el Código de Etica (elaborado en 1958) es la "suspensión en el ejercicio profesional hasta el término de seis meses". Así lo establece el artículo 52, inciso c, mientras que la "cancelación de la matrícula" sólo es posible "cuando se hubiera aplicado más de tres veces la suspensión de seis meses". Inclusive en los casos en que un médico sea condenado por delitos como tormentos.

Hipócrates

El nombre del ginecólogo Julio Sacher en el certificado de nacimiento de Ignacio Guido Montoya Carlotto vuelve, una vez más, a abrir el debate en torno de la profesión médica. Una discusión que trasciende ampliamente el nombre de Sacher. Que debería arrancar con la reproducción del juramento hipocrático -aquel que hablaba de "ejercer vuestro arte con conciencia y dignidad" o de "no utilizar, ni aún bajo amenazas, los conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad"- y responder a innumerables interrogantes.

Hace algún tiempo, el epidemiólogo cordobés Carlos Ferreyra habló durante una inauguración en el Hospital El Cruce de Florencio Varela. Y bosquejó parte de este debate: "Debemos estar siempre del lado de la vida, y si no lo podemos hacer, aunque nos obliguen, debemos luchar para lograrlo. Esa es la mística... esa debería ser la mística de nuestra profesión", dijo. Exiliado en 1976, Ferreyra forma parte de Médicos con Memoria, la organización de profesionales de la salud que logró recopilar los nombres de casi un millar de médicos civiles o de las fuerzas de seguridad, enfermeros y psicólogos que entregaron los saberes de la salud física o psíquica para la tortura; para la recuperación de torturados que, de esa manera, podían seguir siendo martirizados; para asistir en el parto en centros clandestinos a miles de mujeres embarazadas; para firmar las actas de nacimiento; para redactar informes falsos en las morgues; y para crear y sostener maternidades clandestinas.

Uno de los aspectos clave remarcados a lo largo de los últimos años por Médicos con Memoria apunta a que las corporaciones médicas del país -que engloban colegios, sindicatos o consejos profesionales- "excepto en un par de casos, no han limitado o quitado las matrículas profesionales de ninguno de los médicos mencionados en las causas judiciales. Por ello la gran mayoría de estos profesionales continúan ejerciendo sus actividades como médicos, psicólogos o enfermeros en el campo de la salud pública, obras sociales o sector privado, y hasta en ámbitos académicos y universitarios".

El nombre de Sacher no es el del primer médico local que aparece denunciado en causas por delitos de lesa humanidad. De hecho, Luis Alejandro Seambelar cumple prisión domiciliaria en Mar del Plata y será parte del juicio por Monte Peloni II. En algunos de los documentos incorporados a esa causa penal aparecen serias denuncias por su presunta participación en torturas. Y en su declaración indagatoria reconoce estar bajo el mando de Julio Sacher como médico de policía. El tercer nombre es el de Augusto López Villamide, médico militar en los años 70.

Condenas

Son muy pocas las condenas a médicos. Y, por lo general, a pocos años de prisión. Silvia Marta Kirilosky, médica, fue condenada en julio de 2013 a 5 años de cárcel por ser autora de "falsedad ideológica de instrumento público (certificado de parto) y partícipe necesaria penalmente responsable de los delitos de falsedad ideológica en dos oportunidades (acta de nacimiento y DNI)" y como "partícipe necesaria del delito de supresión y suposición del estado civil".

Fue nueve años atrás en que la Justicia condenó al primer médico de la Armada, Jorge Luis Magnacco por la apropiación de Guillermo Pérez Roisinblit, nacido en el centro clandestino de la ESMA. Y también en 2005 condenaron a Juan Zacaría, médico que asistió a la desaparecida Raquel Negro en una maternidad clandestina. En 2012, Magnacco volvió a ser condenado por el delito de sustracción, retención y ocultación en la causa por la apropiación de Evelin Bauer Pegoraro.

El gran ícono de la medicina fue, sin embargo, Jorge Bergés. Y en 2004 había sido condenado por la supresión de identidad de Carmen Sanz, nacida el 27 de diciembre de 1977 en la Brigada de Investigaciones de Banfield. La joven vivió 21 años de su vida como María de las Mercedes Fernández.

La situación de Julio Sacher sería similar, sin embargo, a la de Silvia Marta Kirilosky. Esta médica, que inicialmente había sido condenada a cinco años, declaró en el juicio que habría confeccionado el certificado de nacimiento falso que permitió la inscripción de Elena Gallinari Abinet por su amistad con los apropiadores, María Mercedes Elichalt y Domingo Madrid.

En el caso de Ignacio - Guido, los certificados de nacimiento que se conocieron públicamente no ostentan la firma de Sacher, aunque sí su nombre como médico. Nunca en los certificados -que son documentos elaborados para la confección de trámites- consta la firma del profesional. Si las actas se perdieron -tal cual adelantó como posible este diario el domingo pasado- durante la inundación de 1980, no se modificarían ciertas responsabilidades. El artículo 979 del Código Civil plantea que "son instrumentos públicos respecto de los actos jurídicos", "las copias sacadas de esos libros o registros" (inciso 10); los instrumentos que extendieren "funcionarios públicos en la forma que las leyes hubieren determinado" (inciso 2).

El regreso de Ulises

Son 400 los nietos que aún faltan recuperar. Hombres y mujeres que -como Ignacio - Guido- superaron ya la barrera de los 35 años. Fueron el botín de guerra. Ramón J. Camps, jefe de la policía de la provincia de Buenos Aires (cuyo asesor supo ser Filiberto Salcerini, una de las líneas más firmes en el camino para la apropiación del nieto de Estela Carlotto), autoasumió en su momento la responsabilidad en, al menos, 5.000 desapariciones. Y fue muy claro en su definición acerca de los hijos de los desaparecidos: "Personalmente yo nunca maté a un niño. Lo que hice fue entregar a algunos a organizaciones de caridad para que pudieran ser dados a nuevos padres. Los padres subversivos educan a sus hijos para la subversión. Esto debe ser detenido".
Uno de esos niños fue la bebé de Isabel "Pichuca" Gutiérrez y Juan Carlos Ledesma, a quien dejaron, durante el traslado de sus padres a la Brigada de Las Flores, en la comisaría de Cacharí. De ahí, la llevaron al Hospital de Azul y su abuela la recuperó siete meses más tarde. Otros niños, en cambio, fueron el botín para experimentar suplantación de identidades, alejadas de la utopía y el amor de sus padres. Pero, en ocasiones, como ocurrió en la historia de Ulises, en el regreso al hogar pudo ser reconocido por las cicatrices de su identidad, que no siempre logran ser destruidas.




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